lunes, 24 de noviembre de 2008

A las ocho

Sentado en las escaleras frías que daban con la biblioteca central se sentaba cada tarde

a esperar, a reunirse con momentos de paz interior mientras veía la gente pasar.

Quien sabe, puede que esperara algo o alguien.


Lo cierto es que el impulso fue mayor que la vergüenza y ayer se le acercó una cara sonrienteque a regañadientes le preguntó si tenía algo y sin querer pasó a su lado tres horas.

Hablaban de todo y de nada

Se contaron sus penas y sus alergías, con al tranquilidad de que no se conocían de nada

Ambos estaban esperando aquel momento y aquella tarde, pero lo habían esperado en silencio.




Cuando las campanas de la iglesia dieron las ocho de la tarde cada uno se fue a reencontrarse con su rutina.



Ya nunca más volverían a aquel lugar, ya había cumplido su función.



Y en realidad nunca más se verían, porque incluso a ambos se les olvidó preguntarle el nombre al otro.

martes, 11 de noviembre de 2008

A las 8 de la mañana se despertaba con ese taconeo incesante sobre su cabeza

Cada vez iba más y más rápido hasta que de repente se paraba con un portazo.

No podía soportar que su apetito fuera creciendo a cada minuto, a cada paso, a cada ligero movimiento

Cuando paraba sentía una furia incontrolable hasta que a las 2 de la tarde volvía

Volvía y de esta forma podía volver a pensar con tranquilidad.





Pero un día su egoísmo fue inmenso, subió las escaleras y consiguió apoderarse de esos pasos.
Consiguió bestialmente que durante semanas, meses e incluso años no volvieran a sonar los más mínimos pasos sobre su cabeza.


Lástima que fuera demasiado tarde para arrepentirse.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Un jour

Nunca pudo olvidar lo que el viento de aquella tarde le susurró al oído, como besaban sus pies las olas de la playa, como le acariciaba el pelo la arena.

Nunca olvidó el olor a quietud y el sabor a caramelo de pera.

Desde aquel día las olas no dormían, no descansaban sino que se pasaban día y noche crujiendo contra las rocas, desgañitándose de rabia, de furia, de incontrolada desesperación.



Nunca pudo olvidar su indiferencia ante aquellas dos palabras que pronunció sin pensar.